14 Sep
14Sep

El Túnel es una obra existencialista del argentino Ernesto Sabato. En ella, publicada en 1948, se tratan varios temas, como obsesión, asesinato, infidelidad, odio, rencor, resentimiento, tristeza, soledad, depresión y fracaso. Esto hace que el lector sienta algo cuando la lee. Puede comprender e identificarse con los personajes, detestarlos profundamente, sentir lástima por ellos, ser su cómplice, o una mezcla de todo lo anterior. Lo cierto es que el suspenso y la ráfaga de emociones enganchan al lector y hacen que la novela dé de qué hablar, para bien o para mal. 


A lo largo de la obra, está claro un mensaje: Castel ama a María. ¿O no? Este punto puede ser muy controversial. ¿Por qué la mató si la amaba? ¿O fue por este mismo intenso amor? ¿María fue siempre una obsesión o se volvió una obsesión? ¿Los sentimientos son mutuos? A continuación analizaremos la peculiar relación entre la señora Iribarne y el pintor Castel.


María y Castel

Indudablemente, la pareja principal de la obra es la de María y Castel. Esta relación es extraña desde el principio. 

Una muchacha desconocida estuvo mucho tiempo delante de mi cuadro sin dar importancia, en apariencia, a la gran mujer en primer plano, la mujer que miraba jugar al niño. En cambio, miró fijamente la escena de la ventana y mientras lo hacía tuve la seguridad de que estaba aislada del mundo entero; no vio ni oyó a la gente que pasaba o se detenía frente a mi tela. La observé todo el tiempo con ansiedad. Después desapareció en la multitud, mientras yo vacilaba entre un miedo invencible y un angustioso deseo de llamarla. (...) Esa noche volví a casa nervioso, descontento, triste. Hasta que se clausuró el salón, fui todos los días y me colocaba suficientemente cerca para reconocer a las personas que se detenían frente a mi cuadro. Pero no volvió a aparecer. Durante los meses que siguieron, sólo pensé en ella, en la posibilidad de volver a verla. Y, en cierto modo, sólo pinté para ella. (págs. 16-17)

Como es claro en el pasaje anterior, Castel se siente profundamente atraído por María desde la primera vez que la ve. Ni siquiera se puede llamar un primer encuentro, ya que no interactúan. Es únicamente una visión a lo lejos. Y sin embargo, son meses los que Castel dedica a su recuerdo.


¿Qué motivos tiene Castel para pensar tanto en ella? Realmente ninguno. Es verdad, es María la única que nota la escena de la ventana. Pero Castel ni siquiera sabe qué piensa ella de la ventana. Mientras él está seguro que ella comparte sus pensamientos y sentimientos, bien puede suceder que ella esté viendo la ventana y pensando que es de lo más desagradable que ha visto. O puede estarse preguntando qué piensa un artista para pintar semejante escena tan insignificante. Incluso puede suceder que María esté viendo la escena sin prestarle atención, absorta en otros pensamientos sin relación alguna con la ventana. Y a pesar de ello, Juan Pablo no duda en caer a sus pies.


Esto nos da la primera prueba de que la relación María-Castel no es de amor, algo que también podemos tomar como una enseñanza sobre el amor:  

Para enamorarse de alguien, es necesario conocerlo a profundidad. Se necesita un motivo y una seguridad para amar; y no algo superficial, sino amar el alma, los valores y los principios de otra persona, algo que no cambiará fácilmente. Para lograr esto, se necesita tiempo y amistad. De lo contrario no se podrá hablar de amor, sino de una simple atracción. 


Claramente, Castel obvia este primer paso y da rienda suelta a sus pasiones. Superada esta primera impresión y los ilógicos meses que la suceden, viene el encuentro. 

Tanto que la tomé de un brazo casi con brutalidad y, sin decir una sola palabra, la arrastré por la calle San Martín en dirección a la plaza. (pág. 38)

Es apenas la segunda vez que la ve y todo se sale ya de control. Ni siquiera conoce a esta mujer, que puede ser alguien importante y de mucho poder, o una peligrosa criminal. Pero esto ni siquiera pasa por la mente de Juan Pablo. Incluso aunque fuera alguien común y corriente, lo que Castel hace es algo, más que extraño, alarmante. Perseguir a una persona, hablarle abruptamente, vigilar sus movimientos y luego llevarla violentamente a una plaza no es algo que se haga ni siquiera con amigos. Desde aquí se nota la creciente obsesión de Castel, que ya no tiene cabeza para medir sus actos ni palabras. 

Le apreté el brazo.  —Prométame que no se irá nunca más. La necesito, la necesito mucho —le dije. (pág. 39)

De nuevo, una declaración sin fundamentos válidos. Sigue sin conocerla, apenas sabiendo su nombre. Y lo que pronto sabrá de ella no es porque sea revelado como se hace en las relaciones de amistad, sino porque su misma manía enfermiza lo lleva a averiguarlo.  


Más adelante, cuando comienzan a buscar una relación, vemos que no sólo Castel tiene culpas. 

—No me llamo Iribarne y no me diga señor. Soy Allende, marido de María. (pág. 50)

Si bien ella no ha iniciado nada, María sigue el juego de Castel. Sin proponerle algo directamente, continúa dándole alas a una relación que los lastimaría, no sólo al pintor y ella, sino que también a su marido, que además es ciego. Y Juan Pablo, en lugar de huir de aquel juego malicioso, se aferra más a la mujer de sus sueños. 


Aquí encontramos otra lección sobre el amor:

Toda relación debe tener como base la honestidad y el respeto. Cuando pensemos que vamos por un camino erróneo, es mejor detenerse y buscar una salida. Aunque a alguien le duela, la verdad es mucho mejor, y ahorrará muchísimo más dolor en el futuro. 


En ese mismo día, cuando Juan Pablo conoce a Allende, hace otra demostración de su obsesión. 

Esta nueva revelación me llenó de zozobra y al mismo tiempo de despecho: ¿qué podría encontrar María en ese imbécil mujeriego y cínico? (pág. 52)

Este pasaje, que se refiere a Hunter, es bastante revelador. Aunque en la siguiente oración trata de desvanecer sus celos, vemos cuál es el primer e imperante impulso del psicópata pintor. Aún sabiendo que hay alguien con "más autoridad" o una relación mucho más cercana, íntima y larga con María (Allende), Castel ya se siente su único y principal dueño. 


En el siguiente capítulo se encuentra otra prueba de que Castel no ama a María.

Sentí que el amor anónimo que yo había alimentado durante años de soledad se había concentrado en María. (pág. 57)

Esta parte es clave para comprender lo que realmente pasa dentro de Juan Pablo. Años y años de soledad, que sólo permiten que sus pensamientos incansables le recuerden lo solo y triste que está, son el escenario perfecto para que acumule todo tipo de sentimientos dentro de sí. Él siente un vacío que ansía ser llenado. Y cuando ve a María es suficiente para saciar esta desesperada necesidad. Todo lo que hace no lo hace por ella, sino por él. 


¿Qué aprendemos de esto?

Amar no significa usar a la otra persona, ni tenerla como último recurso. Es entregarse por completo; dar tanto como recibimos. 


Él mismo admite que nunca nadie establece que lo que tienen es amor.

Amaba desesperadamente a María y no obstante la palabra amor no se había pronunciado entre nosotros. (pág. 61)

También se muestra que es necesario algo físico para que la relación sobreviva. 

(...) la unión física se me aparecía como una garantía de verdadero amor. (pág. 66)

La lección:

Si lo que se siente es amor verdadero, una unión física viene como una consecuencia, y no es el pilar y base fundamental para que todo funcione. Y mucho menos si toda la emoción del momento es fingida.

Él mismo se da cuenta en su encierro:

Debo confesar que yo mismo no sé lo que quiero decir con eso del "amor verdadero" (...) (pág. 67)


Luego vienen las confesiones de que su relación es violenta, cambiante, inestable y malsana.

(...) y entonces venían las escenas (...) de apretarle brutalmente los brazos y querer forzarle confesiones sobre la veracidad de sus sentimientos y sensaciones. Y todo era tan atroz (...) (págs. 67-68)

Aquí encontramos la próxima enseñanza sobre el amor

De no ser una obsesión que depende de un contacto físico, el amor está allí, a la vista, y no son necesarias ningún tipo de pruebas.


Uno de los puntos más importantes de la novela son los celos de Castel, que son los que finalmente lo llevan a consumar el asesinato. 

(...) si no quería a Allende, ¿a quién quería? ¿A mí? ¿A Hunter? ¿A alguno de esos misteriosos personajes del teléfono? (pág. 74)

Realmente, Castel no tiene el derecho ni la autoridad moral para sentir celos. Él mismo es un amante, es "el otro". Si María engaña a Allende con él, ¿por qué no puede engañarlo a él con alguien más? ¿Por qué no puede existir "otro más"?


Y, como expuse anteriormente, estos celos infundados son el motor para matar a Iribarne.

Entonces, llorando, le clavé el cuchillo en el pecho. Ella apretó las mandíbulas y cerró los ojos y cuando yo saqué el cuchillo chorreante de sangre, los abrió con esfuerzo y me miró con una mirada dolorosa y humilde. Un súbito furor fortaleció mi alma y clavé muchas veces el cuchillo en su pecho y en su vientre. (pág. 134)

Es bastante evidente que 

si amamos a alguien, no lo lastimaremos o trataremos de hacerle el menor daño posible. 

Todavía más evidente es que no lo asesinaríamos. 


Con todos los fragmentos anteriores es fácil concluir que no se trata en absoluto de amor, sino de una obsesión, una salida para su soledad. En el verdadero amor, no es necesaria la otra persona para la felicidad, aunque sea una fuente principal de ésta. En el caso de Castel, siente que si no tiene a María, no será de nadie. Esto porque lo único para lo que la necesita es para llenar un vacío dentro de él. 


Espero que esta entrada te haya sido útil para comprender un poco más el libro, pero principalmente para aprender algo sobre el amor, que la mayoría de veces no es romántico, y las relaciones humanas. Si te atreves, ¡embárcate en el loco viaje del amor! Valdrá la pena. 




Fuentes:

  • Sabato, E. (1997). El Túnel. Ciudad de México, México. Editorial Planeta Mexicana, S.A. de C.V.
  • Imagen de portada tomada de la galería de SITE123.
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