Ahora que sabemos de qué se trata el Miserere, podemos ahondar en esta maravillosa leyenda del español Gustavo Adolfo Bécquer. (Puedes ver su imagen en la sección de Autores Reconocidos).
Este es el título de la leyenda de Bécquer, pero también se llama así el canto que el romero trataba de escribir y que estaba escrito en las partituras que el hombre encontró en la abadía.
¿Por qué "miserere"? Miserere es una palabra que viene del latín y significa "Misericordia". En el cristianismo y el judaísmo, este es el nombre que se le da tanto al Salmo 50 (que comienza con esa palabra), como a los cantos que se hacen con este salmo y a las fiestas de Cuaresma en las que se entonan.
El Rey David cometió adulterio con Betsabé y mandó a asesinar a su marido, Urías. Siendo el hombre más poderoso de Israel, creyó que nadie lo sabría ni se lo podría reprochar. Pero pronto se dio cuenta de lo equivocado que estaba, ya que nada se puede esconder de Dios. Poco después de su crimen, el profeta Natán llegó a su palacio y le dijo:
"En una ciudad había dos hombres; uno era rico y el otro, pobre. El rico tenía muchas ovejas y bueyes; el pobre tenía sólo una ovejita que había comprado. La había criado personalmente y la ovejita había crecido junto a él y a sus hijos. Comía de su pan, bebía de su misma copa y dormía en su seno. Él la amaba como a una hija. Un día, el hombre rico recibió una visita y, no queriendo matar a ninguno de sus animales para atender al recién llegado, robó la oveja del pobre y se la preparó."
Al oírlo, David se enojó muchísimo con el hombre rico y dijo a Natán: "¡Vive Yavé! El que hizo tal cosa merece la muerte; pagará cuatro veces el precio de la ovejita, por haber actuado así sin ninguna compasión."
Natán le respondió: "Tú eres ese hombre. Esto te dice Yavé, Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de la mano de Saúl. Te entregué la familia de tu señor y puse a tu disposición sus mujeres; te di poder sobre Judá e Israel; y por si fuera poco, te daría más todavía. ¿Por qué entonces me has despreciado, haciendo lo que no me gusta? Tú no sólo fuiste el causante de la muerte de Urías, el heteo, sino que, además, le quitaste su esposa. Sí, tú lo has asesinado por la espada de los amonitas. Pues bien, ya que me has despreciado y te has apoderado de la esposa de Urías, jamás se apartará la espada de tu casa. Así habla Yavé: "Haré que tu desgracia parta de tu misma casa. Tomaré tus esposas en tu presencia y se las daré a otro, que se acostará con ellas en pleno día. Tú hiciste esto sin que nadie lo supiera, pero yo cumpliré esto que digo a la vista de todo Israel y a plena luz del día."
David dijo a Natán: "Pequé contra Yavé." Natán le respondió: "Yavé por su parte perdona tu pecado y no morirás. Pero como ofendiste a Yavé en este asunto, el hijo que te nació morirá."Dicho esto, Natán se marchó a su casa.
2 Samuel, 12; 1-14
El rey David, a pesar de haber recibido el perdón de Dios, se sentía extremadamente culpable, desconsolado, avergonzado y sucio. Había decepcionado a Su Padre, que tanta bondad le había dado. Y la única manera que halló de expresar su dolor, fue escribir un salmo, como tan bien lo hacía. Así escribió el Salmo 50, cuya traducción en latín comienza con la palabra Miserere:
Miserére mei, Deus, secúndum misericórdiam tuam; et secúndum multitúdinem miseratiónum tuárum dele iniquitátem meam. Amplius lava me ab iniquitáte mea et a peccáto meo munda me. Quóniam iniquitátem meam ego cognósco, et peccátum meum contra me est semper. Tibi, tibi soli peccávi et malum coram te feci. Ut iustus inveniáris in senténtia tua et æquus in iudíci o tuo. Ecce enim in iniquitáte generátus sum, et in peccáto concépit me mater mea. Ecce enim veritátem in corde dilexísti, et in occúlto sapiéntiam manifestásti mihi. Aspérges me hyssópo, et mundábor; lavábis me, et super nivem dealbábor. Audíre me fácies gáudium et lætítiam, et exsultábunt ossa, quæ contrivísti. Avérte fáciem tuam a peccátis meis, et omnes iniquitátes meas dele. Cor mundum crea in me, Deus, et spíritum firmum ínnova in viscéribus meis. Ne proícias me a fácie tua, et spíritum sanctum tuum ne áuferas a me. Redde mihi lætítiam salutáris tui et spíritu promptíssimo confírma me. Docébo iníquos vias tuas, et ímpii ad te converténtur. Líbera me de sanguínibus, Deus, Deus salútis meæ, et exsultábit lingua mea iustítiam tuam. Dómine, lábia mea apéries, et os meum annuntiábit laudem tuam. Non enim sacrifício delectáris, holocáustum, si ófferam, non placébit. Sacrifícium Deo spíritus contribulátus, cor contrítum et humiliátum, Deus, non despícies. Benígne fac, Dómine, in bona voluntáte tua Sion, ut ædificéntur muri Ierúsalem. Tunc acceptábis sacrifícium iustítiæ, oblatiónes et holocáusta; tunc impónent super altáre tuum vítulos. | Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores se volverán a ti. Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado. Tú no lo desprecias. Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén. entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos. |
Desde que el Rey Salmista escribió estos profundos versos, miles de personas los recitan y entonan para recibir la clemencia y misericordia de Dios. Es por ello que el romero deseaba componer un Miserere que expresara, también con música, el dolor que sentía en su corazón y que David pudo plasmar con estas palabras.
Versión de Gregorio Allegri, interpretada por el coro The sixteen. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=fcWo1hKHu40
Un romero es un peregrino, una persona que va viajando de un lugar a otro. En el caso del Miserere, su protagonista es un músico que llegó a ser muy famoso en su tierra. Pero por su espíritu apasionado, cometió un crimen que lo llenaba de culpa y dolor. El motivo de su romería era que estaba buscando expresar su pesar a través de la música. Cierta vez encontró un Libro Santo y leyó el Salmo 50, el Miserere. Se sintió tan identificado, que decidió componer un canto con la letra de este salmo. Necesitaba que fuera el más hermoso jamás oído, para que el Señor tuviera compasión de él. Así que viajó por Europa, pasando por Alemania e Italia, para escuchar los Misereres ya existentes y encontrar inspiración para su obra maestra. Pero cuando llegó a la abadía, por más de haber escuchado casi todos, no había encontrado aún uno que llenara su alma. Y fue entonces cuando el Miserere de la Montaña llegó a sus oídos.
Un rabadán de la abadía, es decir, un campesino que cuida el ganado, le explicó cómo se oía el Miserere de la Montaña, tan magnífico y escalofriante, todas las noches de Jueves Santo. También le contó de dónde venía ese Miserere, quiénes eran los monjes que lo entonaban y cómo había llegado aquel monasterio a convertirse en ruinas.
Cuando supo que aquella noche era de Jueves Santo y que los monjes regresarían a la vida para clamar perdón, el romero, que era muy valiente y necesitaba desesperadamente desahogar su corazón, decidió ir riachuelo arriba, hasta los peñascos donde se hallaban las ruinas del monasterio, para ver con sus propios ojos el espectáculo y escuchar el Miserere que entonaban los del más allá.
Al llegar a las ruinas escuchó los ruidos de la noche, que a otro hubieran inquietado, mas a él le eran familiares, y esperó pacientemente hasta media noche. Fue entonces cuando lo vio: calaveras envueltas en hábitos salían del agua y subían por las peñas hasta llegar a las ruinas. Poco a poco, los huesos se cubrieron de carne y los monjes se reunieron en el coro. Lo que entonaban era hermoso y desgarrador a la vez. Era algo sobrenatural, más allá de lo que un humano podría interpretar. Y no sólo eran las voces de los monjes, sino que parecía que todo alrededor del antiguo monasterio se unía en una armonía que pedía a gritos benevolencia para la humanidad entera. Todo fue cobrando vida, regresando a lo que algún día fue. El monasterio se llenó de luz y el romero perdió el conocimiento.
Después de este fantástico y escalofriante episodio, el romero regresó a la abadía. Estaba dispuesto a plasmar en papel el Miserere que cantaban los monjes cada Jueves Santo. Por ello pidió asilo y comida en la abadía, y le fueron cedidos, más por compasión de su locura que porque los monjes apoyaran su arte. Trabajó arduamente día tras día, noche tras noche, haciendo anotaciones al pie de sus partituras. Algunas veces recordaba un pasaje y entendía cómo escribirlo. Se emocionaba y escribía sin cesar, despertando la curiosidad de quienes vivían en la abadía. A pesar de todos sus esfuerzos, lo que escribía no sonaba como lo que había escuchado. Fue perdiendo el apetito, la fiebre vino sobre él, se volvió loco al no dar con las notas que necesitaba y finalmente falleció sin haber podido completar su misión.
Tumbas de Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer. Imagen tomada de: https://feteju.wordpress.com/tag/gustavo-adolfo-becquer/
Al igual que el resto de las obras de Bécquer, "El Miserere" pertenece al Romanticismo Literario. Este movimiento comenzó a finales del siglo XVIII, pero se concretizó hasta el siglo XIX. En España, donde el realismo tuvo más realce, el Romanticismo sólo duró la primera mitad del siglo XIX. Durante esta época, el mundo estaba cambiando, buscando la libertad. Ahora la persona era el centro de todo. Se buscaba romper con las viejas ataduras para ir a un mundo utópico donde los sentimientos de los seres humanos importaban y regían su comportamiento.
Todos estos pensamientos, que comenzaron con la Revolución Francesa, fueron la base del Romanticismo Literario, cuyas características fueron:
- La subjetividad
- Los sentimientos
- La sensibilidad
- La expresión
- La imaginación
- La libertad
- El idealismo
- La naturaleza
- La idealización de la mujer
- El dolor y sufrimiento (principalmente por amor)
- La muerte y el suicidio
- La importancia del "yo"
Es por ello que los autores románticos dejaron a un lado las normas establecidas, dejando volar su imaginación y creando mundos y situaciones fantásticas, como las de "El Miserere". En esta época nació el género del terror.
Considero al "Miserere" una verdadera obra maestra. La leyenda está llena de detalles que transportan al lector no sólo a una, sino a tres situaciones diferentes. El hecho de tener un cuento, dentro de otro cuento, dentro de otro cuento hace más interesante la obra. La estructura, las descripciones, la situación, el misterio y la expresividad de Bécquer se ven plasmadas en su creación y mantiene al lector inmerso de principio a fin.
Soy una aficionada a la música, y las descripciones de los sonidos, la armonía del canto, la unión con la naturaleza, las notas al pie de las partituras y el misticismo del ambiente cautivaron mis sentidos. Anotaciones como "La cuerda aúlla sin discordar, el metal atruena sin ensordecer; por eso suena todo, y no se confunde nada, y todo es la Humanidad que solloza y gime" hacen sentir la mezcla de belleza y horror, solemnidad y movimiento, espiritualidad y realidad, dolor y arrepentimiento en su punto máximo.
También me fascina que se use el Salmo del Rey David. Él lo escribió en un momento de pena y amargura, y es una forma muy bella de alabar y pedir clemencia a Dios. Sus palabras son muy profundas y sinceras, y se acoplan perfectamente a esta leyenda. Aunque son un grito de auxilio, también son palabras de aliento y esperanza, ya que en ellas se descubre a un Dios misericordioso, bondadoso, "lento para enojarse y generoso para perdonar" (Salmo 103, 8).
En cuanto a la forma de escritura y movimiento literario al que pertenece "El Miserere", junto con el resto de obras de Gustavo Bécquer [como "El caudillo de las manos rojas" (1858), "La cruz del diablo" (1860), "La ajorca de oro" (1861), "El beso" (1863), "La rosa de pasión" (1864), entre otras] llevan la imaginación y los sentidos a otro nivel. Expresan los sentimientos abiertamente y buscan la libertad del hombre. El Romanticismo responde a todos los ideales de su época, que cambiaron tan radicalmente al mundo y sentaron las bases para una sociedad más justa y equitativa.
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Fuentes: